En Ecuador el autocultivo de cannabis está en expansión. La posibilidad de producir flores de calidad de manera autodidacta y a precios relativamente asequibles han hecho que riadas de aficionados monten sus propias operaciones. Y es que el conocimiento técnico para desarrollar un cultivo, la disponibilidad de insumos para montarlo y el tiempo necesario para cuidarlo ya no son un problema ya que la información circula libremente por la red, la compra del hardware está muchas veces a un clic de distancia y la pandemia del Covid-19 ha hecho que muchos se encuentren con tiempo libre y en casa, algo impensable hasta hace poco.
Hasta cierto punto el autocultivo amateur y profesional de cannabis es una actividad sencilla y a disposición de cualquiera con un poco de tiempo, paciencia y pasión por la planta. Esas condiciones han hecho que en el país cuente con miles de cultivadores que actúan en solitario o como parte de pequeñas células de apoyo relacionado con gestión de semillas y lámparas, nutrientes, técnicas de poda y reproducción, tratamiento de sustratos, etc. La lista es interminable.
Tener un estimado del número de personas o colectivos cannábicos dedicados al cultivo en Ecuador es ahora mismo imposible. La ilegalidad de la actividad hace que quienes se mueven en circuitos de apoyo técnico, logístico y comercial para la adquisición de insumos deban actuar sigilosamente. Así, para los autocultivadores de cannabis no hay ferias de emprendimiento, rondas de financiación de acceso libre o espacios para promocionar abiertamente su trabajo. Esta actividad se desarrolla en silencio y muchos han aprendido por internet, intercambiando conocimientos desde las plataformas y en encuentros digitales puntuales, muchas veces entre amigos y casi siempre cerrados a públicos más amplios interesados en esta actividad.
La variedad de técnicas de siembra y cultivo, así como la diversidad en las formas de intercambiar experiencias han hecho que la comunidad grower del Ecuador sea un tanto heterogénea. Mientras algunos privilegian cultivos exteriores, otros no toman riesgos y lo hacen indoors con luces artificiales y sistemas de control de humedad y temperatura. Ciertos growers privilegian variedades altas en THC usando nutrientes sintéticos mientras otros solo usan compost natural para sacar variedades con mayor CBD.
La variedad está a la orden del día. Sin embargo, existe un fenómeno unificador entre tantos perfiles diversos: los growers ecuatorianos se caracterizan por ser geeks asumidos del autocultivo. La dedicación y tiempo que dan a sus plantas es un fenómeno interesante de admirar pues la clandestinidad del asunto ha llevado a una curiosa profesionalización en las sombras y que ahora ya arroja resultados interesantes.
¿En dónde están los growers de cannabis del Ecuador y cuándo empezaron? Es importante notar que el cultivo de cannabis en el país no inició hace poco ni de la nada. El autocultivo —como una de las formas primigenias de mantenimiento y promoción de cultura cannábica y de transferencia de conocimiento— ha sido parte del tejido cannábico nacional underground desde al menos los años noventa.
La diferencia es que ahora ha ocurrido es una profesionalización de la que no se tenía registros hace años; una profesionalización que ahora incluye desarrollo de genéticas locales y la comercialización de insumos técnicos como luces LED, nutrientes importados y sustratos especializados. La paradoja se revela de inmediato pues el nivel de profesionalización y conocimiento técnico al que han llegado muchos growers del Ecuador no puede transferirse libremente y como resultado, tampoco puede tener incidencia en discusiones y debates que puedan eventualmente transformar políticas públicas que afectan a la actividad.
Pero al margen de la política y del régimen de prohibición que se mantiene intacto en el Ecuador, el desarrollo del autocultivo es una actividad vital en el mapa cannábico nacional. Sin ellos, el conocimiento sobre la planta y sus usos serían nulos y sin autocultivo no existiría ahora regulación para el cannabis medicinal en el país.
En Ecuador existen dos modalidades principales de cultivo: en interior y exterior. Cada método tiene sus particularidades y oportunidades, ya que los costos varían dependiendo del nivel de tecnificación de la operación, los insumos utilizados y las semillas empleadas, entre otros. “El cultivo en interior es cada vez más popular, sobre todo por la disponibilidad de carpas de cultivo, lámparas y macetas especializadas”, dice Damián Álvarez, quien cultiva hace 7 años cuando tenía 18. “Desde entonces no he parado. Empecé cultivando en un balcón de 50 x 50cm, pasé a una terraza y llegué a tener un patio interno. Ahora tengo un espacio de 1,5 x 1,5 m. en indoor”.
"Sin autocultivo no existiría ahora regulación para el cannabis medicinal en el país".
Los cultivos en exterior toman varias formas que van desde espacios abiertos en patios internos o terrazas adecuadas para protección de la lluvia. Armar un cultivo externo, según Damián, puede llegar a costar hasta $100 considerando la cantidad de plantas, la tierra o sustrato, las semillas o la iluminación adicional si hace falta.
A pesar de la dificultad de puntualizar con exactitud cuánto tiempo demora una semilla en convertirse en una planta lista para cosechar bajo esa modalidad, un estimado va de 4 a 5 meses por la dificultad de contar con iluminación constante y uniforme, así como controlar variables fuera del control del grower como humedad y ventilación adecuada.
Por otro lado, un cultivo interno cambia las reglas del juego pues permite al grower controlar condiciones como temperatura y humedad. Adicionalmente, un sistema cerrado con precisión en el control de iluminación requiere mayor atención, pues nada se deja a la suerte. De igual forma, las carpas de cultivo facilitan el empleo de técnicas de poda como SCROG que incrementan la producción final del cultivo. ¿La desventaja? Los costos. Un cultivo indoors en carpa demanda mayor inversión en iluminación y hardware, por mencionar dos variables.
Como regla general, toda semilla puede germinar y crecer en cualquier modalidad. “He cultivado todas las variedades que te puedas imaginar: AK47, White Widow, Blue Dream, Amnesia Haze, Lemon OG Candy, Chocolate Mint OG, Zombie Kush…”. La preparación del agua y el ajuste del PH, el combate a posibles plagas, el cambio de etapa de crecimiento, las podas, la manutención y nutrición del sustrato y el ajuste de las luces son actividades demandantes, consumen tiempo, y forman caracteres.
“Es una dedicación diaria que me ha vuelto una persona temática con los números, metódica con el orden y muy organizada con los horarios”. Su día no inicia hasta no solventar las necesidades del cultivo. Growers como Damián ejemplifican el surgimiento del autocultivo de cannabis en el país, una actividad que se ha convertido más que en un hobby, en una obsesión y una oportunidad económica.
“Es una dedicación diaria que me ha vuelto una persona temática con los números, metódica con el orden y muy organizada con los horarios».
— Damián Álvarez
El autocultivo de cannabis, como otras actividades de métodos y resultados, es una tarea que involucra paciencia, habilidad y números. Carlos Perez (pseudónimo) cultiva cannabis desde hace 10 años, Grow Bible bajo el brazo. Algo que empezó como hobby se convirtió en un lubricante social y de generación de recursos. Su operación de cultivo está organizada como club cannábico, un lugar donde amigos y clientes de confianza pueden acceder a frutos de calidad certificada por un precio, dependiendo de la variedad y del trabajo que está detrás.
“Ofrezco una pequeña experiencia de consumo, como ir a un restaurante (…) compras lo que quieres y tienes un momento de conversación, de subir a la azotea, de prender… En un mes promedio no más de 40 personas circulan por aquí, no busco crecer, prefiero mantenerme así”. Su experiencia ofrece una pequeña mirada única a la economía del menudeo de cannabis de cultivo en un centro urbano del Ecuador. Su mercado es pequeño pero ilustra el baile de los costos y los números.
“Como con otros bienes o productos, el mercado te da el precio. Así, tienes que tomar en cuenta los costos de la casa, la seguridad, la electricidad, el agua, etc.”, explica. Él vende aproximadamente $1000 de flores al mes y cuenta que en su cultivo una planta promedio rinde 30 gramos. La venta de esos 30 gramos a $10 el gramo da $300 por planta. “Para cubrir la renta de $800 más gastos debo vender al menos 4 plantas al mes”.
Sus datos revelan que, por ejemplo, una lámpara de sodio cuesta más o menos 60 dólares mensuales en electricidad y alcanza para tres plantas. Seis plantas suben el precio al doble. “Son $800 más $120 solo en servicio eléctrico”, relata al hacer el cálculo. Carlos invierte alrededor de $1000 para sacar 4 plantas. Para sacar $2000 necesita adecuar su cultivo para mover 8 plantas. A eso se le debe sumar el costo de oportunidad, pues 8 plantas demandan 3 horas de atención al día. Y si el cultivo es hidropónico, ese costo sube aún más.
El club derivado del cultivo produce de manera cíclica (dos veces al año) variedades como Mango Haze, Amnesia, Pakistan haze y Arjan Ultra a $10 el gramo y Buda OG, Gorilla Blue y Lemon Blue a $15. “Procuro mover pronto la cosecha, así que no tengo gramos superiores a $15. Hay gente que está dispuesta a pagar hasta $25 por un gramo, pero cuesta un poco más mover con precios más elevados”.
Los números y cantidades son precisos pero en el cultivo de cannabis, al igual que otros actividades agro, a veces se da más, a veces menos. Así, variables como qué tan grande y productiva fue la planta, cuántos gramos produjo, cuán olorosa es, la filtración del agua, el uso de nutrientes orgánicos y la variación de precios de las semillas pueden moldear de una u otra manera el precio final. De hecho, las semillas son un insumo clave de todo grower. Sin ellas el autocultivo es imposible.
La gestión de semillas es el punto inicial clave para el desarrollo de la cultura del cultivo del cannabis. De su disponibilidad, costo y material genético dependen casi todas las actividades de cultivo y breeding, una técnica de desarrollo y adaptación primordial. Su importancia es tal que el proceso de adaptación de semillas de cáñamo extranjeras para desarrollar cultivos a gran escala en el país es uno de los más sensibles donde entra mucho trabajo genético y fitosanitario.
Tal como ocurre con los growers, el mercado local de venta de semillas está caracterizado por la informalidad transaccional. La disponibilidad de semillas para activar los autocultivos ha demostrado un desarrollo a través de plataformas digitales donde se ofertan varios tipos de genéticas, muchas de ellas traídas del exterior y que entran al país por aduanas y otros puntos de ingreso sin detección. Esa oferta de semillas extranjeras ha sido —en tiempo recientes— una de las razones para la proliferación de cultivos y ha permitido alcanzar un nivel, por lo menos básico, de catalogación de las flores que los growers ecuatorianos producen.
Semillas de compañías extranjeras como Sensi Seeds, Royal Queen Seeds, Dinafem o Sweet Seeds se venden en el país, a veces de manera clandestina, y son responsables de la expansión de la cultura grower pues ofrecen garantías al comprador sobre su origen y sus propiedades que incluye perfil genético, gramaje estimado a la hora de la cosecha, altura, tiempo de cultivo, sabor, efectos psicotrópicos esperados, etc.
En el caso de Ecuaseeds, semillas fotoperiódicas y autoflorecientes hacen parte de su catálogo que incluye, dependiendo de la temporada, White Widow, Critical, Blaster Haze, Amnesias y algunas Diesel automáticas. Según Xavier Mera, fundador de la compañía, desde que empezaron en el 2009 ha llegado a tener ventas mensuales de hasta $1000, una cifra significativa para un negocio de su tipo, sobre todo si se considera que el precio promedio de venta es $5.
La respuesta de los growers a la oferta de Ecuaseeds ha sido reveladora. “Sin duda ha habido un aumento en el interés por sembrar —dice Xavier Mera— pues vimos un aumento de hasta 30% en venta de semillas de todos tipo del 2019 al 2020 (…) hay gente que nos busca porque están hartos de comprar mierda en la calle y quieren autoabastecerse”.
Explica que no son los únicos comerciantes y que vendedores como Amaru Genetics o Búho Seeds también mueven semillas en el país. Sin embargo, muchas veces la falta de información sobre el origen de las genéticas y sobre su tratamiento hace que semillas tratadas domésticamente adolezcan de ciertas garantías que growers más especializados buscan.
“Sin duda ha habido un aumento en el interés por sembrar vimos un aumento de hasta 30% en venta de semillas de todos tipo del 2019 al 2020”.
— Xavier Mera, Ecuaseeds.
En Ecuador, ser cultivador de cannabis sigue siendo una actividad ilícita. A pesar de que el Código Orgánico Integral Penal protege de alguna forma a quienes desarrollan estas actividades, la realidad diaria es que la persecución de cultivos —por más pequeños e inocuos que sean— sigue siendo una prioridad de la política. En ese sentido, vale la pena notar que no hay en curso ningún tipo de propuesta que apunte hacia algún tipo de regulación del autocultivo de cannabis ni iniciativas que lo protejan como una actividad válida que pueda generar ingresos, una situación que ya es realidad para muchos cultivadores amateur y profesionales.
A pesar de las condiciones desfavorables, el autocultivo de cannabis seguirá creciendo en el Ecuador. Y con él los emprendimientos y negocios asociados que ven en esta actividad una oportunidad de aplicar conocimientos técnicos y generar dinámicas de trabajo en colaboración.
Ejemplos como los de Cannabis UIO, colectivo dedicado a asesorar sobre cultivo a través de talleres personales trasladados a las plataformas por la pandemia, dan una pista sobre mantener y promocionar la cultura tras más de 500 talleres online. Así, a las puertas del fin de un 2020 desastroso para el país en términos sociales y laborales, autocultivar para prosperar no es más cuestión de sueños de papel.