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La Policía como Agente del Terror

En Río de Janeiro la suerte está echada. Ha sido así desde los años sesenta cuando la ciudad perdió su poder político como la capital de Brasil para lanzarse a la búsqueda de una nueva identidad. Encontró una como destino turístico. Halló otra como semillero de cultura popular brasileña y maduró como metrópoli tropical paradigmática que representa lo mejor y lo peor del país.

Bendecida por una naturaleza única y maldecida por décadas de crecimiento urbano desordenado y falta de oportunidades para los más pobres, Río es ahora en plenas olimpiadas un foco de atención deportiva que emana como un geiser historias que han sido recogidas por varios medios de comunicación.

Las olimpiadas de 2016 han generado una amplia agenda de cobertura para medios mainstream e independientes, locales y extranjeros que va desde montos de inversión, infraestructura urbana, performance deportiva, turismo sustentable y economía en tiempos de crisis, entre otros. En medio del mar de periodistas, productores y generadores de contenidos de varias tendencias, se evidencia el crecimiento de la influencia de los medios independientes, de esa young media de nuestros tiempos y de colectivos fotográficos en alerta informal para cazar las mejores historias de una ciudad sin escasez de temas.

Paralelo presenta un reportaje sobre un tema problemático: la seguridad ciudadana en las favelas. Durante siete días cubrimos el tema en el Complexo do Alemão, una de las favelas más peligrosas de Río donde la cita olímpica ha tenido una repercusión mayor de la imaginable. En el Complexo hay historias violentas de muerte cruzadas por narrativas ciudadanas que documentan promesas rotas y un sistema siniestro de apartheid social en curso.

La fractura social en esos lugares es evidente y según muchos, perenne. Sin embargo, en la favela vive gente que trabaja, juega, ama y quiere convivir en paz. No es lugar común, es apenas una realidad poco visible. En el Complexo hay personas que aún depositan algunas esperanzas en el poder público y aquellos que lo rechazan por una total incredulidad sobre su poder de acción. Pero en una cosa coinciden: muchas cosas deben cambiar.

Fuimos a Brasil porque es un país que nos apasiona. Allí residen amistades entrañables y hemos recorrido ciudades vibrantes con historias pendientes de ser descubiertas. Esta historia viene de Río de Janeiro, un animal urbano de 12 millones de personas que pocos conocen si no raspan un poco su superficie. Debajo hay una ciudad atentada por el cinismo político y la miseria pero con gente que trabaja para vivir como cualquiera, en paz, entre amigos y familias, en un país con mejores prospectos.

Recorrimos esa realidad a través de las voces de sus habitantes, calles y morros.

Vista de la"Gruta" en el Complexo Do Alemão, donde el famoso periodista brasileño Tim Lopes fue asesinado. El local es conocido por enfrentamientos constantes entre policía militar y traficantes. | Foto: Marcelo A.
Vista de la»Gruta» en el Complexo Do Alemão, donde el famoso periodista brasileño Tim Lopes fue asesinado. El local es conocido por enfrentamientos constantes entre policía militar y traficantes. | Foto: Marcelo A.

El 26 noviembre de 2010, una coalición de fuerzas compuesta por la Policía Militar de Río de Janeiro, la Policía Civil y la Marina iniciaron una incursión bélica en el Complexo do Alemão, un grupo de favelas ubicadas en la Zona Norte de la ciudad donde aproximadamente 80 mil personas ocupan un área de 500 hectáreas.

La coalición invadió el Complexo en persecución de traficantes de la vecina favela Vila Cruzeiro para tomar control del territorio. Tras casi 72 horas de enfrentamientos, las autoridades confiscaron casi 50 toneladas de marihuana, crack y cocaína y mataron a 36 personas. Tras el operativo 31 traficantes fueron detenidos.

Las jornadas de violencia de noviembre de 2010 en el Complexo do Alemão y Vila Cruzeiro le rindieron a Río el apelativo de “Franja de Gaza” sudamericana, un territorio en interminable conflicto donde hizo falta el apoyo del ejército para restablecer algo de paz.

Confianza cernida, comunidad desagregada

Cleber Araújo fundó con su esposa Mariluce el proyecto social de arte Favela Art. | Foto: Marcelo A.Cleber Araújo fundó con su esposa Mariluce el proyecto social de arte Favela Art. | Foto: Marcelo A.

La vida en las favelas cariocas es una de enfrentamientos armados, usualmente ocasionados por la convivencia en agresión entre traficantes y la policía militar. “El problema de la violencia en Río es histórico y estructural”, dice Cleber Araújo, líder comunitario del Complexo y fundador de Favela Art, un proyecto de arte urbano para niños.

Araújo explica que hoy en plenos juegos, algunas partes de Río están viviendo un reflejo pequeño de lo que vieron en 2010 cuando ocurrió la invasión de la policía en el Complexo. Intervenciones como esa querían mostrar a inversores, políticos, autoridades deportivas y culturales, opinión pública, etc. que la ciudad —a partir de ese momento— tomaba al toro por los cuernos, no solo para recibir grandes eventos, sino también para atacar algunos de sus problemas urbanos más acuciantes. Empezaba la intersección entre las olimpiadas y la violencia policial en la favela.

La violencia de la policía militar no se inauguró con los eventos deportivos. Para Renata Neder, investigadora y asesora de derechos humanos de Amnistía Internacional Brasil, la relación juegos olímpicos y violencia en la favela tiene una correlación positiva. “Por los eventos aumenta el número de policías y sube el número de operaciones. Por tanto, aumenta el número de muertes”.

“La policía de Río de Janeiro sigue siendo la más despiadada del planeta.”
— Robert Muggah

Neder pertenece a una de las corrientes de interpretación del conflicto . Por un lado navegan quienes arguyen que —de la manera como está concebida— la política pública de seguridad que apunta a intervenciones directas de la policía para enfrentar el tráfico y el crimen resulta en un perjuicio directo para los habitantes de la favela. Por otro lado están quienes se inclinan a juzgar los actos de la policía como favorables antes de dañinos, a pesar de los obvios abusos de autoridad. Uno de ellos es Robet Muggah, especialista en seguridad y director de investigación del Instituto Igarapé.

“Hace 15 años, Río era considerada una de las ciudades más peligrosas de América Latina, sin tomar en cuenta algunas ciudades colombianas”, dice Muggah, quien explica que ha habido un incremento drástico en la violencia policial en favelas como el Complexo, con policías matando indiscriminadamente en algunos casos. No obstante, —explica— a pesar de ese ligero incremento, hoy se ve un 50% menos comparado con lo que ocurría hace 15 años.

Evaluar las políticas públicas, interpretar los hechos y analizar las acciones y participaciones de todos los involucrados en los enfrentamientos en favelas como el Complexo al calor de los juegos olímpicos es una de las tendencias mediáticas del momento. Si embargo, hay un determinismo estadístico a la hora de abordar temas como las acciones de la policía y el diseño de políticas que funcionen. Si se mira el problema de una forma con las cifras disponibles, la cosa está mejorando. Mírenlo de otra manera, y el resultado es desfavorable.

Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch (HRW) han publicado informes sobre la violencia policial en la ciudad. Según la primera, durante varios años, hubo una caída registrada en el número de homicidios derivados de las intervenciones policiales en el estado de Río de Janeiro. Sin embargo, en 2014 el número se incrementó en un 40%  y en 2015 la tendencia al aumento de este tipo de homicidios en el estado continuó. Adicionalmente, Amnistía Internacional resalta que desde que Río fue anunciada como ciudad de los juegos de 2016, más de 2.500 personas han sido asesinadas en la ciudad por miembros de la policía.

“El gobierno solo entiende la seguridad a través del enfrentamiento y las incursiones policiales.”
— Cleber Araújo

Por su lado, HRW asevera que la policía del Estado de Río de Janeiro ha matado a más de 8.000 personas en la última década y que un quinto de todos los homicidios registrados el año pasado fue cometido por policías. Según la organización, la policía reporta prácticamente todos esos homicidios como actos de legítima defensa en respuesta a ataques perpetrados por supuestos criminales.

A la par, según HRW, muchas otras muertes son —en realidad— ejecuciones extrajudiciales. Eso significa policías disparando a personas desarmadas y de espaldas cuando intentan huir. Muchas veces, la ejecuciones de los detenidos son hechas con tiros en la cabeza.

Del lado policial, entrevistas conducidas por HRW a miembros de la organización han revelado que muchos policías aseveran no sólo que tienen que enfrentarse con armamento defectuoso, sino que un entrenamiento deficiente los deja poco preparados para reaccionar correctamente en situaciones en las que sus vidas corren peligro.

Asimismo —en entrevistas con HRW— policías han confesado la presión de sus superiores para usar fuerza letal de manera ilegal. El Código de Disciplina de la Policía Militar del estado de Río de Janeiro ofrece pocas opciones a esos policías más allá de ceder ante la presión, en el caso de que sea hecha como una orden. No existe un dispositivo que garantice la protección de miembros que se nieguen a acatar órdenes ilegales.

Finaliza al revelar que la participación en casos de uso letal de fuerza sin consecuencias puede causar un impacto peligroso en la conducta general de los policías. Un miembro que consigue racionalizar sus propias infracciones puede reaccionar más fácilmente de manera incorrecta nuevamente en el futuro. Ese individuo, por tanto, también es más probable que se involucre en corrupción y otros crímenes, según policías entrevistados por la organización.

La policía como símbolo de guerra y paz

Militares vigilan la playa de Copacabana en Río horas antes de la ceremonia de inauguración. 20 mil miembros de la milicia y 65 mil policías están desplegados en la ciudad por los juegos olímpicos. | Foto: Marcelo A.
Militares vigilan la playa de Copacabana en Río horas antes de la ceremonia de inauguración. 20 mil miembros de la milicia y 65 mil policías están desplegados en la ciudad por los juegos olímpicos. | Foto: Marcelo A.

“Las olimpiadas de Río serán las más militarizadas de la historia”, dice Muggah. Y tiene razón. Amnistía Internacional indica que hay 65 mil policías y 20 mil militares desplegados en Río en estos momentos en la mayor operación de seguridad de la historia brasileña. A esto debe sumarse 3 mil marinos en patrullas costeras. ¿Cuántos de estos elementos están en el Complexo? No hay claridad pero portavoces de la Secretaría de Seguridad de Río de Janeiro indicaban semanas antes de la inauguración que los militares serían enviados a por lo menos seis favelas, incluido el Complexo para realizar operaciones de seguridad pública en las vías de acceso y tráfico.

Los eventos de 2010 sirvieron en parte para poner en ejecución el proyecto Unidades de Polícia Pacificadora o UPPs. Estas unidades  —coordinadas por al Secretaría de Seguridad del Estado de Río de Janeiro— constituyen equipos de policías comunitarios en las favelas para desarticular bandas de criminales que se dedican al tráfico de drogas, entre otras actividades.
Camille Ramos | Foto: Morgane Henninot
Camille Ramos | Foto: Morgane Henninot

Camille Ramos es una periodista del diario A Voz das Comunidades, un medio pequeño que opera desde el Complexo con fondos de la venta de anuncios y ha seguido de cerca el tema de la UPPs. “Cuando llegaron las primeras fuimos el primer y único medio que pudo registrar lo que estaba ocurriendo de adentro hacia fuera”.

Ramos lo explica así: a muchas personas les gusta el trabajo de las UPPs pues había una sensación de opresión y convivencia con criminales que fue aplacada de cierta forma con la presencia de la autoridad. “Mi crítica es la que las UPPs ocuparon un espacio en la comunidad pero no trajeron nada en contrapartida (…) es un proyecto sin nada a cambio, sin trabajo social o una atención humanitaria de la policía a los habitantes”.

La presencia de las fuerzas del orden con equipo bélico en territorios tradicionalmente abandonados por el Estado enciende pasiones. Alan Duarte, habitante del Complexo y fundador del proyecto de artes marciales y box Abraço Campeão asegura que tras la llegada de las UPPs hay varios policías que andan por la comunidad sin aportar seguridad real. “Muchos no son malos elementos pero el trabajo colectivo ha sido nocivo”.

Alan D., fundador del Abraço Campeão.Alan D., fundador del Abraço Campeão.

Raquel entrena hace tres meses.
Raquel entrena hace tres meses.

Stephanie, 19, alumna del proyecto.Stephanie, 19, alumna del proyecto.

Tradicionalmente, las políticas publicas relacionadas con la intervención en las favelas se basan en el estigma del preconcepto; la policía entra para ocupar y no para servir por la idea de que quienes viven ahí son criminales. Así se posiciona Theresa Williamson, Directora de la ONG Comunidades Catalizadoras y editora de Rio On Watch.

A pesar de esto, las UPPs arrancaron con buen cartel y sus evaluaciones iniciales por parte de organismos como Rio On Watch fueron favorables. Según Williamson, el entrenamiento en un inicio de los miembros de las UPPs fue la primera gran reforma que se vio en la policía en casi 200 años. El personal se entrenaba y capacitaba en mediación de conflictos y derechos humanos. También se contrataron elementos femeninos para las fuerzas policiales y las primeras UPPs estaban dando buenos resultados. La población en su mayoría estaba satisfecha.

“Rio On Watch incluso registró en 2010 la existencia de una demanda por parte de otras favelas queriendo las UPPs”, explica Williamson, quien agrega que a medida que el programa comenzó a avanzar fue perdiendo calidad, los recursos pararon y policías corruptos accedieron a las filas. Según datos manejados por Muggah, no ha existido una inversión para ampliar el programa y el recorte en el presupuesto del 35% en el año 2016 debido a la crisis política y económica es un hecho.

Daiane Mendes es una periodista de 26 años que colabora esporádicamente para The Guardian con pautas desde el Complexo y se desenvuelve ahora como pasante de Amnistía Internacional. Para ella, la llegada de las UPPs ha provocado enfrentamientos que no ocurrían con tanta frecuencia. “Históricamente, la policía nunca ha actuado en el Complexo, donde ha existido vida de barrio desde siempre sin su presencia, 35 años o más. Con las incursiones de la policía los enfrentamientos han subido”, dice Mendes.

De una forma u otra, las opiniones divididas sobre las acciones de los policías en las UPPs es un tema ligado a percepciones. A la policía no se la ve como un instrumento de garantía de derechos sino como un instrumento de represión. Por otro lado hay una lógica de guerra que motiva las operaciones, en la que los territorios de la favela y su periferia se miran como campos de excepción de derechos donde pueden hacer cualquier cosa y ven a quienes viven en las favelas como un ejército enemigo que debe ser derrotado.

“Necesitamos de una policía más humana,que sepa manejar a las personas.”
— Camille Ramos

Las percepciones desfavorables responden en buena medida a los tiempos actuales pues los cambios de actitud de los ciudadanos en torno a programas como las UPPs y en general hacia la policía en los últimos años se han visto afectados por asesinatos públicos de moradores de la favela por parte de la policía, a menudo grabados con smartphones. Según Muggah, eso en cierta manera ha confirmado para muchos que la policía no ha cambiado de forma alguna su modus operandi.

Neder, de Amnistía Internacional Brasil, explica que la falta de investigación y la escasa rendición de cuentas deja en la impunidad los abusos y ejecuciones por parte de la policía. “Al no investigar estos casos las autoridades están enviando el mensaje de que este tipo de comportamiento es aceptable. Por eso la policía continua actuando de la misma forma”.

Ante esta realidad, Muggah trabaja desde el Instituto Igarapé en el diseño de tecnología para tratar de mejorar la credibilidad de las fuerzas policiales con un dispositivo beta llamado CopCat. Este dispositivo se coloca en el cuerpo de los policías y transmite video y audio con localización hacia las jefaturas, además de enviar una señal particular que informa si un elemento ha sido impactado por balas.

Esa información se sube encriptada a la nube, para ser accesible desde una consola donde supervisores pueden observar dónde se encuentran los policías en cualquier momento del día. “De cierta manera —dice Muggah— esto crea otra capa de control para los policías y reduce las chances de que usen fuerza excesiva  cuando lleven a un sospechoso o si intentan participar en sobornos”. Según Muggah, existe evidencia estadística procesada en EE.UU. que revela un descenso de hasta 80% en los reportes sobre el uso excesivo de fuerza por parte de los policías y una caída de 60% en quejas ciudadanas contra la policía a través de aparatos como el CopCat.

¿Tecnología como punta de lanza para atacar el problema de los abusos de poder de la policía? Muggah representa una corriente que valida el control de daños de un problema ya existente. Para Ramos, el inicio de la solución es otro. “No necesitamos solo de una ocupación armada, sí de ocupación cultural. Una cosa es preparar cuadrillas de choque para atacar el tráfico y otra es preparar un policía para que sepa manejar un ciudadano. Necesitamos de una policía más humana, que sepa tratar a las personas”.

Fuerzas policiales e incluso militares están desplegados en Río, pero hay quejas desde organizaciones como Amnistía de la falta de información disponible sobre dónde se estarán apostados, de qué manera van a actuar y cuáles son los mecanismos de denuncia en caso de violaciones por parte de ellos. Para Muggah, la policía carioca sigue siendo la más despiadada del mundo y organizaciones como Amnistía Internacional y el Observatorio de Derechos Humanos han presentado informes desfavorables.

Por lo expuesto, existe una resistencia al cambio y la policía se ha aislado, se han vuelto menos proactivos y más reactivos.  También están más agresivos y con la moral derrumbada justamente cuando se necesita que redoblen sus esfuerzos. «Nuestro temor por el momento —dice Muggah— es que las UPPs que se han reinstalado de manera estable, sean terminadas prematuramente y se vuelva a la antigua usanza de vigilancia policial, la misma que ha sido condenada a nivel mundial”.

De parte de las autoridades urbanas, estatales y federales, una política de enfrentamiento recio se mantiene. “Ellos piensan en seguridad con fusil en mano (…) con enfrentamiento. Ese es el mayor error de la Secretaría de Seguridad y todo el mundo se lo dice. El gobierno solo entiende la seguridad a través de la guerra», dice Araújo
Traducción: 2.044 muertes violentas en el estado de Río de Janeiro entre enero y abril de 2016. | Foto: Marcelo A.Traducción: 2.044 muertes violentas en el estado de Río de Janeiro entre enero y abril de 2016. | Foto: Marcelo A.

Desde lo inexistente hasta lo práctico, pasando por la exclusión total. El legado que quedará en lugares como el Complexo después de los juegos olímpicos en términos de seguridad y mejoría de las condiciones de vida de sus habitantes está dividido.

Para Mendes,el legado de las olimpiadas para el Complexo será la violencia y represión policial.Ya Araújo se torna más radical: “el legado de las olimpiadas es absolutamente inexistente porque no existió voluntad política alguna de negociación o al menos una mejora de la calidad de vida de los habitantes. Si a eso sumamos nuestra exclusión total, el saldo es nefasto”.

Muggah expresa un poco de preocupación final. “Cuando este evento termine y la policía federal y las fuerzas armadas se retiren, la pregunta es qué es lo que va a cambiar en lo que se refiere a vigilancia policial en Río”.

En declaraciones a The Rio Times, el Alcalde de Río, Eduardo Paes y el Ministro de Deportes, Leonardo Picciani dijeron que el legado de las olimpiadas para los residentes de la ciudad será más grande que lo que vieron ciudades como Barcelona después de 1992. Por su parte, el Ministro de Justicia, Alexandre de Moraes dijo en el mismo diario que el legado de los juegos desde el punto de vista de la seguridad ciudadana es la integración entre agencias de inteligencia estatales y federales en términos de capacidad operativa.

“Este será las más grande cooperación entre fuerzas del orden que se haya organizado en cualquier país del mundo y debemos aprovecharlo después de las olimpiadas”. La política no demora mucho en demostrar —una vez más— que en Río coexisten universos paralelos que jamás llegarán a conocerse. Peor aún entenderse.

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