¿Por qué viniste a Ecuador?
Tengo la impresión de que entre los países de la región, Ecuador es realmente especial porque aquí hay trabajo documental muy respetable. Vine porque quería entender por qué es así. Adicionalmente, en Ecuador siempre ha habido un particular interés por la obras del documentalista Eduardo Coutinho. Tuve una relación cercana con él, así que vine para presentar su obra póstuma titulada Últimas Conversas (2015) en la cual pude participar.
Llegaste con Últimas Conversas pero también presentarás Santiago, un documental que hiciste en 2006. ¿Qué pasó?
Originalmente mi visita se programó para presentar el primero, pero María Campaña de los EDOC me solicitó gentilmente que incluya Santiago (2006), así que acabé presentando ambos filmes.
Tu relación con Eduardo Coutinho fue profesional y personal. Cuéntanos sobre Últimas Conversas y tu experiencia en relación con su obra.
Yo fui productor de Coutinho desde 1999 cuando empecé a recibir sus anotaciones y guiones para criticarlos. Así lo conocí. Su muerte hace dos años —inesperada y violenta— dejó su obra inconclusa. Dos días después de su muerte, yo y Jordana Berg (mano derecha de Coutinho) nos reunimos y nos preguntamos: ¿qué película vamos a hacer en la edición?, ¿qué documental hubiera hecho Coutinho? No es vanidad pensar que el documental que ensamblamos a partir de nuestra intuición es el filme que él hubiera querido.
Jordana trabajaba con Coutinho desde Santo Forte (1999) así que ella lo conocía de adentro para afuera. Creo que hicimos lo que para muchos parecía muy difícil: ir a la isla de edición para cuidar de su última obra, lo que acabó siendo una bendición personal porque en momentos tristes pude convivir con su material durante los siete meses que duró la edición. Fue prolongar mi tiempo con él tras su muerte.
En Últimas Conversas incluimos una entrevista que Coutinho dio en un momento de desaliento en relación con el avance del documental. Él pensaba que no iba a funcionar y en el cuarto día de rodaje tuvo una conversación grabada donde lo confirmó. Estaba en un lugar de derrota y esa sensibilidad se ve en el corte final. Lo colocamos porque refleja el espíritu con el que se hizo la obra. Últimas Conversas fue realizada por él, editada por Jordana y finalizada por mi.
¿Qué ocurrirá en el cine brasileño cuando se supere la crisis política?
Es natural imaginar que dentro de unos tres años vamos a ver documentales sobre el momento político brasileño pero es un tanto difícil imaginar qué filmes serán. La crisis evidentemente generará en un primer momento documentales malos de denuncia que tendrán una utilidad política pequeña o momentánea donde los indignados hablarán y desde donde se partirá en algún momento hacia la ficción.
Som ao Redor (2012) —por ejemplo— es una película excepcional pos Lula de hace tres años que refleja extraordinariamente no solo desigualdades sociales sino también un ´amurallamiento´ siniestro de las clases medias altas en sus propias áreas protegidas donde la gente vive incluso aislada de sí misma. El filme sí retrata un camino de sociedad pero no refleja exactamente el momento actual del país, resultado de lo que los brasileños hemos construimos en los últimos 30 o 40 años. Pero salgamos de Brasil un instante para ejemplificarlo.
La Rusia de Putin provocó un retrato inolvidable en el filme Leviatán (2014), de Andrey Zvyagintsev. Esa película demoró en salir si consideramos que Putin está en el poder desde la década de los noventa. Esas cosas llevan tiempo para madurar. Si corres rápidamente detrás de los hechos te aproximas mucho al periodismo del tipo denuncia, lo que puede producir alguna cosa del momento, quizás un filme de ocasión, pero no algo que permanezca. El cine es experiencia, eso lo hace bien. El periodismo de denuncia no pasa de ser información en la mayoría de casos.
Som ao Redor quizás sea el filme que se acercó más a aquel querer saber en qué se convirtió Brasil en los últimos 30 años, por lo menos ese país de un cierto nivel de renta. El filme apunta la lente a una rebanada amplia de la sociedad brasileña pero cuando vi Leviatán, pensé que Brasil necesitaba una película así de ambiciosa que pueda construir un retrato complejo, tan memorable que no importen las fidelidades (…) si es verosímil, crees en ella y pasa a adherirse a tu manera de entender un país. Quien ve filmes como Leviatán no tiene como no ver a Rusia sin pasar por su filtro cinematográfico.
Es decir, es una cuestión de tiempo para que el cine en Brasil de cuenta con calidad de lo que está pasando en estos momentos.
El terreno cinematográfico es fértil. Sin embargo, siempre digo que Rusia ya produjo cine a la altura del problema ruso, Brasil aun no ha producido cine documental a la altura del problema brasileño. Las cosas aun están muy frescas hasta para saber si el gobierno de Michel Temer fracasará o no. Si fracasa, ¿por qué será?, ¿por qué es ilegitimo?, ¿por qué no tiene sustento político? En fin, todavía no se sabe.
BIO
João Moreira Salles nació en Washington D.C. en 1962. Vivió sus primeros años en Francia y Estados Unidos, donde su padre fue embajador. Entre sus obras principales están Santiago (2006) y Entreatos (2004), un documental sobre los bastidores de la campaña política de Lula da Silva en 2002.
En 1987 fundó VideoFilmes, una productora que trabajó con varios proyectos de Eduardo Coutinho. Aparte de documentalista, Moreira Salles es presidente del instituto que lleva el apellido de su familia, una organización dedicada a la promoción de la cultura brasileña. Su currículo como docente incluye cátedra sobre cine documental en la Universidad de Princeton y en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
João Moreira Salles pertenece a una de las familias de banqueros más tradicionales de Brasil, participante mayoritaria de Itaú-Unibanco. Su familia es la más acaudalada de Brasil según datos de Bloomberg, con una fortuna estimada en $27 mil millones dividida entre los hermanos Fernando, Pedro, Walter y João, cuya fortuna personal está cifrada en $4 mil millones según Forbes.
Actualmente vive en Río de Janeiro desde donde dirige la revista Piauí que fundó en 2006.